La decadencia y caída del Imperio romano es un concepto
historiográfico que hace referencia a las transformaciones operadas durante la
Crisis del siglo III y el Bajo Imperio romano, que a partir de 395 condujeron a
un rápido deterioro del poder romano, y al hundimiento del Imperio de
Occidente, cuyo último emperador efectivo, Rómulo Augústulo, fue depuesto por
el caudillo hérulo Odoacro, empleado al servicio de Roma.
La decadencia y caída del Imperio romano es una de las
cuestiones más debatidas y estudiadas de la Historia. Es considerada por algunos
como "el mayor enigma de todos", y ha sido uno de los ejes del
discurso histórico clásico desde san Agustín de Hipona. La ruina de la “Roma
eterna” ha perdurado como el paradigma por excelencia del agotamiento y muerte
de las civilizaciones, una caducidad mundana interpretada como el precedente y
anuncio del fin del mundo o, al menos, de la civilización occidental. Los
siglos XX y XXI han visto multiplicarse el interés por este problema histórico,
debido probablemente al hecho de que la civilización contemporánea tiene muchos
rasgos comunes con la de la Antigüedad Tardía, y a que la cultura occidental
está en un período de transición, como la Roma de los siglos III y IV. Con este
gran acontecimiento inicia la Edad Media.
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